REFLEXIONES SOBRE EL AMOR Y LA PSICOTERAPIA por Amor Hernández

Para mi el amor es como el pan y la tierra. Un proceso de transformación misterioso que hace que la tierra se convierta en pan. En esta alquimia intervienen muchas personas y muchos factores entre ellos los químicos que hacen que una semilla en contacto con la tierra, el agua y las condiciones adecuadas se transforme en espiga, y la espiga a su tiempo, en grano, y una vez recolectada por las manos o la tecnología que crearon los hombres, se separe de la paja, y se recolecte y se lleve al molino, a moler… y de ahí a otra alquimia misteriosa donde se mezcla y se amasa con el agua y el aceite, la sal, la levadura y el calor del horno hace el resto. Y en este proceso cada cual hace lo suyo, incluida la semilla y la tierra.  Para mi el amor es como el pan y la tierra. Un proceso de transformación misterioso que hace que la tierra se convierta en pan. En esta alquimia intervienen muchas personas y muchos factores entre ellos los químicos que hacen que una semilla en contacto con la tierra, el agua y las condiciones adecuadas se transforme en espiga, y la espiga a su tiempo, en grano, y una vez recolectada por las manos o la tecnología que crearon los hombres, se separe de la paja, y se recolecte y se lleve al molino, a moler… y de ahí a otra alquimia misteriosa donde se mezcla y se amasa con el agua y el aceite, la sal, la levadura y el calor del horno hace el resto. Y en este proceso cada cual hace lo suyo, incluida la semilla y la tierra.  Así que el amor se me aparece como una suerte de condiciones difíciles y a la vez fáciles. Es tan fácil y tan difícil como eso que hace que  un bebe se teja en el vientre de su madre. Sucede como ha de suceder en ese misterio que es la vida. Y otras veces no. Y eso sucede a pesar de todos, incluido el grano que guardaba en su esencia la potencialidad de crecer y ser pan. Y aumenta la calidad del misterio cuando uno hace lo que tiene que hacer y el resultado es otro, no es el esperado, hay factores que no dependen de uno. Que toca dejarlos a las inclemencias del tiempo, o el estado de la tierra … Cuando hablo de amor me refiero a la fuerza esencial o la naturaleza esencial  que está detrás de la vida que tiende en si misma hacia la supervivencia.. Ese amor al que no podemos acceder de forma consciente sino que se manifiesta en si mismo a través de los estados de gracia y la presencia en el contacto con uno mismo y con el otro. Por ello la terapia, el contacto intimo humano es demasiado valioso para creer que solo cura al paciente, también al terapeuta. Al terapeuta le pone de frente la posibilidad de crecer. 

Se me aparece el amor , al igual que la indiferencia creativa como una actitud de fondo a la que aspirar  para el terapeuta gestáltico. El problema como dice Claudio Naranjo es que “en la teoría de la gestalt el amor brilla por su ausencia” (pág.227). Incluso nombrarlo resulta incómodo, y es que quizás confundamos el amor con el sentir amor. El sentimiento de amor no es posible por los atascos propios de nuestra cualidad  humana. Por nuestros asuntos inconclusos no integrados. De alguna forma si en el proceso terapéutico limpiamos el terreno, la armonía y el amor se dará por añadidura. 

Perls pecaba como dice Claudio de “buen amor: ataque irreverente y despiadado al amor falso” (p.231). La lectura de este capítulo (cap.19: el silencio sobre el amor en la teoría de la gestalt)  invita a la reflexión de si hay más peso en nuestro hacer de terapeuta en el lado de la irreverencia o confrontación y menos en el de la reverencia y/o compasión.

En su proceso de crecimiento y búsqueda de su propia verdad el paciente traspasa estados de dolor, confusión y tristeza. Como dice Claudio “ha de estar dispuesto a pagar el precio emocional de la verdad”. (p.258) . 

Y nosotros como terapeutas: ¿estamos dispuestos a abrir el corazón? ¿a abrir nuestra capacidad de comprensión y compasión frente al otro, aunque no nos guste, aunque nos ponga en frente nuestros prejuicios, resistencias y asuntos inconclusos?. Para esta tarea confiar en  el amor  esencial es decisivo, un amor que no se nombra sino que está en la capacidad de presencia del terapeuta. Como dice Claudio “en momentos y situaciones extraordinarias de psicoterapia, especialmente un profundo grado de comprensión puede ser vehículo de una vivencia de aceptación profunda y liberadora”.(p.259)Para Claudio “La recuperación de la capacidad amorosa es un asunto fundamental en el proceso terapeútico” (p.227). Esto es posible a través de la aceptación de lo que es, de lo que hay. Esta aceptación es transmitida en la actitud del terapeuta. “lo más terapeútico de todo es la relación (p.146)” “si uno está donde está el otro, el otro lo percibe”.Y en ese encuentro con el otro se sientan las bases de una relación  más sana con uno mismo.

El terapeuta ayuda en la entrega a lo que uno es, apoya los procesos internos porque tiene fe como afirma Claudio  en que “los procesos internos son auto-curativos” (p.221). Tiene fe en que  facilitando la presencia del otro en si mismo la integración se hará por si sola. “El arte del terapeuta es saber navegar en un mar tempestuoso. Ir con la vida, con el impulso, a través del caos.”En la actitud abierta, de aceptación, despierta en el otro una mayor aceptación de si mismo. En la autenticidad, o en mostrarse humano apoya al otro en el riesgo de ser. Hay un aspecto decisivo y contagioso en la conciencia, si uno esta consigo más abierto, abre al otro la posibilidad de ser más allá de su identificación, de los limites que marca su carácter y que restringen sus posibilidades.Al terapeuta le toca trabajar sobre si, le toca estar atento a sus propias posibilidades, sus propios atascos, le toca mirarse en el espejo de su humanidad. Hacer terapia, cura. No solo al paciente, sino al terapeuta mismo. Si el terapeuta acompaña en la búsqueda de la verdad del otro, de alguna forma el paciente también le muestra caminos nuevos, diferencias y similitudes en el ser. Para esto como dice Claudio “el amor es decisivo. La capacidad de percibir al otro como sujeto… como un Tú” (p.260). 

Se trata entonces de ocuparse de estar abiertos, en un contacto más que verbal.  El terapeuta “por el simple hecho de haber alcanzado cierto nivel de conciencia y autenticidad se sentirá espontáneamente movido a apoyar lo auténtico y repudiar la falsedad” (p.144),y también a apoyar la integración de las tres partes de uno: el padre, la madre y el hijo. El sanarse requiere de las tres partes. En la Gestalt tratamos de aunar, integrar los 3 centros del individuo. Para ello tenemos dos herramientas o “factores integrativos: la neutralidad y el amor” (p.160). Es decir la tendencia del trabajo es  integradora y como dice Claudio “La salud mental va aparejada de una disposición  más amorosa que la neurosis… y la Gestalt ayuda a que la gente se torne más amorosa” (p.227). 

El amor compulsivo, el falso amor, es el amor conocido, el que practicamos para que nos quieran, para ser aceptados, para llenar el vacío. Es como dice Claudio “implícitamente obligatorio” (p.230). El amor neurótico nos hace estar divididos, des-integrados, trisociados. El pensamiento, el corazón y el instinto van cada uno por su lado. Tironeando internamente, en vez de ir todo hacia el mismo sitio, y trabajar conjuntamente por el bienestar individual. 

Desde 1999 Claudio Naranjo viene revisando “su teoría del amor”, y nos  hace una propuesta a identificar y nutrir la forma de amor que menos hemos desarrollado.En su libro “Cosas que vengo diciendo”(Kier,2005) establece que detrás del carácter y la neurosis se encuentra la problemática amorosa. Todos tenemos tres centros potenciales de amor, y por carácter hemos desarrollado unos centros más que otro que es el que se encuentra desnutrido y es el que podemos aprender a desarrollar.

Por tanto lo vemos desde una perspectiva del amor  más humano, más desde el sentir. Me parece importante conocer cómo lo hemos desarrollado y cómo vivimos el amor en el vínculo, en el contacto. Si es una sobre-compensación de lo que no tuvimos, si es una búsqueda compulsiva de lo que nos faltó o de lo que nos sobró… si nos endurecemos para no sentirlo o lo usamos en nuestro beneficio. Si abanderamos el amor a uno mismo y ahí tenemos los peligros esenciales: autoindulgencia, narcisismo, orgullo… o  nos enfriamos y nos alejamos por temor a la intimidad. En fin, cuestionarnos cómo vivimos y sentimos el amor y cómo eso puede a veces facilitar o entorpecer el proceso del otro. En definitiva, el amor es la puerta del dolor y expresarlo cura (o era al revés?).


Claudio Naranjo (La llave,2007). Por una gestalt viva”Claudio Naranjo ( Kier,2005) “Cosas que vengo diciendo”

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